17.2.13

Dulce eternidad.

Siempre con esa mirada de sorpresa. Siempre tan segura y a la vez tan fragil, como una rosa sin dueño.
Me he tenido que andar siempre con cuidado, siempre he intentado despejar las piedras para evitar tu caída. Y ahora, que el tiempo ha puesto a cada uno en su lugar, y que las piedras han pasado a ser más que una metáfora, he aprendido, o más bien, me has enseñado a caer, pero a caer con dignidad, y a levantarme con uno de los mejores movimientos que he visto nunca.
He mencionado varias veces que eres más que un bonito recuerdo que llevarme a la tumba. Eres más, que todo.
Seré tu padre, tu mejor amigo, esa mano que a veces te falta, y ese empujón de aire cálido que te lleve como una cometa a lo más alto.
Y es que la razón no entiende de capullos, los floristas no conocen el amor, y la eternidad es algo nuestro.
Nunca dudes de mi capacidad para quererte, es algo con lo que nací.

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